y su proverbial sandez

Malcriados en la F1

11:40 Posted by Martín Caño No comments
"Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío"
Confucio

No suelo comenzar mis textos con una frase célebre de la que aprender algo, pero casi siempre, desde hace unos meses, me gusta afianzar mis escritos con lo dicho por filósofos, malandrines, o monos de feria amaestrados con algo de raciocinio. Como han podido comprobar, en mi entrada de hoy sí que lo he hecho, y es que me sirve para argumentar el cuerpo de las siguientes letras.

Hace pocas fechas me pasó algo realmente curioso, perdónenme el sermón de viejo chocho. Venía conduciendo por un pueblo de mi isla y me detuve en un paso de peatones; un chico de unos 14 años, alto, esperaba la detención del tráfico para poder cruzar la calle; le observé mientras cruzaba como la vaca mira al tren; llevaba un corte de pelo normal, un pantalón vaquero, unos zapatos oscuros, una chaqueta de lana granate y los andares desgarbados de un adolescente; lucía además una bolsa de plástico de la que asomaba el extremo de una barra de pan. Al pasar hizo un leve gesto de agradecimiento por haberme detenido, al que correspondí. Miré a mi esposa, que viajaba junto a mí, y los dos dijimos al unísono "¡qué chico más normal!". Y es que en los tiempos incivilizados que corren, lo normal es encontrarse a un joven con un hueso que le atraviesa la nariz, o con una cresta adornando su cabeza, o con unos pantalones demasiado anchos, demasiado cortos o demasiado largos, o a dos bobalicones de broma peligrosa (como decía Santiago Auserón), o a un cafre sin camisa tatuado como si fuese un indígena samoano, o a un apuesto joven empeñado en lucir horroroso y sucio, etc, etc, etc. ¡Me ha sorprendido ver a un chico normal por la calle! ¿Hacia dónde estamos llevando nuestra sociedad?

Les vuelvo a pedir perdón por la entradilla, que si sigo alargándola, va a ser más larga que la propia entrada y no voy a hablar de autosport. Vivimos en una sociedad, o más bien en un tiempo en el que estamos malcriando a nuestros hijos, dándoles todo lo que piden y no ofreciéndoles lo que más necesitan, a nosotros mismos. Si el niño quiere matar una mosca, los padres nos dejamos los reflejos matándola, en vez de proporcionarle a la criatura un matamoscas, la herramienta, para que consiga el fin que desea con algo de esfuerzo. Y sucede lo mismo en la F1, pues habitan este universo una serie de pilotillos imberbes a los que la coyuntura deportiva les está poniendo en las manos lo que a otros les ha costado mucho, incluso sus vidas: los malcriados de la F1.

¿Es bueno darle todo a un chico con maneras para que salga adelante en la F1, o por el contrario, sería más adecuado seguir el precepto de Confucio? Evidentemente todo lo que diré en adelante es mi opinión, pero ofrecerle a alguien presuntamente bueno (en realidad estamos hablando de algo en lo que le valía no importa) todo lo que pudiese necesitar, sin trabajarlo, poner todo un equipo a sus pies, unos mecánicos señores de 50 años, con sus familias, con toda una vida a cuestas, unos ingenieros que han perdido su juventud escondidos detrás de cientos de libros, es darle de comer al que no tiene hambre.

Entiéndanme, puede ser que ofrecer semejante apoyo humano, económico y tecnológico a un superdotado de la conducción sea la mejor forma de crear un ídolo, pero el tufo de un trabajo sin hacer está presente en el meollo de la cuestión: el crecimiento personal de los jóvenes. En su mayoría, estos pimpollos no terminan sus estudios, y la mayoría ni los empiezan, obviando sus progenitores el crecimiento intelectual de la persona, tan necesario a mi juicio, en pos de un sueño que parte, en muchas ocasiones, de los sueños frustrados de los propios progenitores.

Oriol ServiàA estos jóvenes de la F1 los sientan en rueda de prensa frente a decenas de interrogantes y admirados periodistas, se sienten el ombligo del mundo en esa situación, les pedimos mayor fluidez al expresarse, mayor solidez en sus planteamientos, más madurez en su actuar, exquisita coherencia en sus decisiones, tanto dentro como fuera de la pista. ¿Y ellos que hacen? Se comportan como jóvenes que no han ido a la escuela, porque en definitiva, eso es lo que muchos son. Ejemplos como el de Oriol Servia no abundan en el automovilismo. Licenciado en ingeniería mecánica, comenzó su carrera en los karts a la ya tardía edad de 14 años e inició su trayectoria "seria" en el automovilismo a los 24 años, cuando marchó a los Estados Unidos persiguiendo una oportunidad decente en alguna categoría. Cuando uno charla con Oriol, se da cuenta de que está ante un tipo maduro, alguien a quien cada cosa que ha conseguido le ha costado un triunfo, el esfuerzo personal, alguien a quien le cuesta jugarse sus opciones atolondradamente, pues desde pequeño le enseñaron a meditar y le proporcionaron la formación para acometer cada nuevo planteamiento con tranquilidad y valorando pros y contras de la forma más adecuada.

El jovencito efeunero malcriado por sus padres, que lo tenían atolondrado con las carreras, el chico al que le enseñaron quién era Ayrton Senna antes que Cristobal Colón, ese chico está acostumbrado a que el mundo gire alrededor de él. Voy a poner un ejemplo que realmente me duele, Sebastien Bourdais, un piloto en el que he creído siempre y al que he seguido desde hace muchos años; un piloto que me ha decepcionado. El padre deportivo de Bourdais, el gran y malogrado Paul Newman, acogió al joven de LeMans como en McLaren acunaron a Hamilton, le proporcionó todos los medios en Newman/Haas, le entregó el mejor coche de la ChampCar (de lo que se quejaba amargamente su eterno rival pugilístico, el canadiense Paul Tracy), le tuvo como a un hijo, le mimó, le consoló cuando tenía problemas de cualquier tipo, estaba pendiente de él más que de su propia persona, hizo girar a todo el equipo en torno a "Lemanceau", en definitiva, le tuvo entre algodones. El bueno de Bourdais, siempre agradecido con su mecenas, como buen europeo tenía la F1 en su horizonte, y no desaprovechó su oportunidad de ingresar en la "categoría reina", y de dio de bruces contra la vida. Llegó a un equipo en el que no era nadie, ninguna persona le tenía especial cariño, su pasado americano y su espectacular palmarés en la ChampCar no importaban, su carácter hosco le hizo granjearse la enemistad de alguno, sin saber maniobrar para integrarse en el equipo de trabajo del que no era más que una pieza y, para colmo de males, el niño prodigio, el alemán Vettel, su compañero, le vencía una y otra vez en la pista. Bourdais no tuvo las tablas necesarias para soportar la presión de un ambiente en el que se le examinaba a cada minuto, y terminó perdiendo su plaza en el equipo. Terminó la F1 para él, y su carrera automovilística al máximo nivel puede que también. Pasó de los algodones de Paul a la cama de clavos del faquir.

Lo que me queda claro, es que a esta turba de niños de la F1, más pronto que tarde se les va a terminar su sueño, y solo uno o dos quedarán agarrados a las tetillas de Ecclestone. Se les va a terminar algo para lo que han dedicado casi toda su existencia, y se encontrarán en la vida siendo unos ignorantes cuarentones malcriados, con muchísimo dinero y dados a la buena vida, creyendo que todo el mundo les daba lo que merecían y no conociendo lo que es luchar por algo, sin conocer el placer de sentarse en una mecedora, junto a su familia, saboreando, disfrutando de un buen libro, tal vez Don Quijote de la Mancha. Pongo la mano en el fuego y apuesto a que no hay en la parrilla actual más de tres pilotos que hayan leído las andanzas de nuestro Ingenioso Hidalgo.

Creo que los jefes de equipo tienen una responsabilidad con estos chiquillos, aunque no la quieran, y les corresponde asentar la cabeza díscola de los jóvenes, enseñarles a ser humildes, a luchar, a conocer que lo que tienen entre manos no es solo un bólido de muchos caballos, sino un instrumento egoísta y con vida propia que les traicionará un día u otro, que sus actuales días son algo temporal y que la vida real es la que se van a encontrar cuando terminen su inevitablemente corta carrera deportiva.

Seguro que el viejo Alfred Neubauer no me llamaría loco.

Aprovecho para dar la bienvenida a Primo de Anónimo, un nuevo miembro de la familia Zeptem, que seguro nos va a deleitar con sus entradas, que serán publicadas los jueves. Bienvenido.

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