La foto la tomé yo mismo hace unos años, y corresponde a un pequeño altar de una catedral en construcción en la localidad madrileña de Mejorada del Campo. Podría considerarse lo que vemos en la imagen como la cosa más cutre y peor cuidada de cuantas tiene la iglesia por todo el mundo, pero si vemos la historia del lugar, cambiaremos de opinión, seguro, y consideraremos el sitio como Lugar Santo, aunque no seamos religiosos.
Me voy a resistir a echarle el inevitable vistazo a Wikipedia y hablaré según lo que dice mi maltrecha memoria. Un hombre, Justo Gallego Martínez, estaba predestinado a la vida religiosa, y por ello, en su juventud, entró en un seminario, pasando muchos años de duros sacrificios. Cuando no faltaba demasiado para ser ordenado sacerdote, la cosa se frustró, pues contrajo tuberculosis, y Justo tuvo que abandonar su sueño. Su vida dedicada a la iglesia tocaba a su fin.
Pero Justo no era hombre que se dejase vencer fácilmente, y como buen hombre de campo, empeñó su trabajo, su bien más preciado, en hacer un templo dedicado a la Virgen del Pilar. Y se embarco en tal empresa él solo. Era su regalo, su vida. Después de 40 años trabajando en la construcción de la catedral y de solventar infinidad de problemas, generalmente burocráticos, la catedral de Justo apenas si avanza, y siempre que se le pregunta, Justo dice que quizá en un par de años termine la obra. A Justo le ayuda poca gente, algún familiar esporádicamente, y poco más.
Cuando uno va a la catedral de Justo, no va a ver una construcción magnífica, de hecho se ve una cosa bastante caótica e incluso chapucera, pero todos hemos quedado maravillados porque lo que allí vemos es fruto únicamente del esfuerzo de una persona, de su trabajo y sacrificio. Justo ha sacrificado su vida en pos de un sueño religioso. Allí se respira algo diferente, y no es raro colocarte en la puerta y ver salir a decenas de personas con lágrimas en los ojos, emocionadas. Ver a Justo, saltando de un lado a otro, subiéndose en andamios, con sus 85 años, acarreando material de un lado a otro, le hace a uno admirar a esa persona, y sobre todo su fe.
Pero quizá lo que más acongoja a todos es la intuición, la casi certeza de que el Gran Hombre no terminará jamás su obra, su vida.
Yo he estado ahi y definitivamente ahi se siente la presencia de Dios
ResponderEliminarNo sé si será Dios o la admiración a la persona y a su trabajo, pero nadie queda indiferente cuando visita la catedral.
ResponderEliminarSaludos
es la visita de moda.......nadie sale igual que entró....ir y vereis a DIOS......yo no digo que la virgen no se aparezca donde quiera pero lo que os aseguro es que la paz de dios está en esta obra deberiamos entrar descalzos porque este lugar es santo.......
ResponderEliminarel respeto hay que ganarselo
ResponderEliminary este labrador, lego, cristiano
se lo ha ganado y en el recuerdo de nosotros
quisiera como él dice que se le recuerde solo como un buen cristiano......casi ná.
¿esto es una falta de respeto?