Comida basura ¿basura?

El otro día hablaba con no sé quién sobre los diferentes restaurantes que podíamos encontrar en una ciudad cualquiera, de todo tipo, chinos. italianos, pakistaníes, grill, hindú, mexicano, etc. El asunto es que el tipo se me echó las manos a la cabeza cuando dije hamburgueserías, kebap, pizzerías... "Eso no es comida, es comida basura, porquería". Les invito a que vean la siguiente foto:

¿Habrán visto algo más delicioso? No, esto no es comida basura, y tengo que decirles que le he retirado la palabra al energúmeno que me ofendió con esas despectivas palabras. Esto es una delicia para el paladar y para la vista ¿alta en calorías? Sí ¿y qué?

Estoy hasta las narices que la gente se meta en la vida de los demás y digan "eso no es sano y te morirás más pronto que tarde". ¿Y si me dedico a comer lechuga a palo seco a todas horas? ¿duraré mucho? Seguro que tampoco me libraré de una anemia galopante que me haga desmayarme por las esquinas.

Este tipo de comida, además de ser repelente para los puristas recalcitrantes, es un gusto para los cinco sentidos, da gusto verlo, ese sonido cuando la muerdes, ese sabor pleno, profundo, ese tacto grasiento, ese olor impreciso que pica la curiosidad ¡no! debería ser pecado hablar mal de semejante manjar. A ver si con un cocido madrileño, una fabada asturiana o unos callos se mete uno menos calorías ¿y cuál es el pecado de la mal llamada "comida basura"? Que su elaboración es sencilla y rápida. Si uno tardase 6 horas en prepararla, seguro que en los grandes restaurantes se serviría como manjar.

¡No les escuches, comida rápida! El delirio de los sentidos lo encarnas tú solita y esos malhablados que te dicen cosas feas no son otra cosas que víctimas de su propia fortaleza moral, pues en algún momento sucumbieron a tus encantos... repetidamente.